Instinto
Impulso
¿Amor?
Intuición
Inercia
Todo llevaba a ello. Todo. Sí, se cerraron las puertas del metro. Las puertas de la vida se abrían a una nueva oportunidad. Petch no lo sabía pero iba a dedicar los próximos meses a cerrar ventanas llenas de atardeceres y sueños de lejos y a abrir puertas hacia nuevos horizontes junto a él, Patch.
Todo iba a ir sobre ruedas, ruedas de tren, de bus, de metro, de bicicleta o de lo que fuera. Hacia ninguna parte y hacia todos los lugares habitables y por habitar. No lo sabían, pero se abrían los cambios del camino más transitado de la historia, el de soñar juntos.
Como una profecía cumplida por Dios apareció Patch en la vida de Petch. Patch suponía la persona que Petch había imaginado tiempo atrás. El complemento a sus aventuras diarias. El necesario catalizador de su vida nueva. Petch se iba reconstruyendo como quien rehace unas bellas ruinas del pasado que nadie quiere olvidar y sin embargo nadie recuerda.
Reestructurarían su vida juntos al final. De momento solo conocieron pinceladas de su pasado. Poco a poco conocieron sus vidas como si se conocieran a sí mismos. En un largo mes de septiembre, dos amigos comenzaron sus andaduras. Dispuestos a batir gigantes en duelo, a ir lanza en mano a cambiar el mundo. Paseando por el lago de su campus un día cualquiera (que nunca más sería un día cualquiera y que haría que ningún día fuera uno más) conocieron sus pasados y similitudes, y vieron como mágica y divinamente, sus historias parecían sacadas del mismo cuento. Lo que no se esperaban es que las sorpresas del vivir al día les harían unir el cuento al futuro. El cuento que cambiará el rumbo de la historia. El cuento de dos locos sin ganas de parar, sin cansancio que valga, sin un ápice de miedo. Cargados de fe, de valentía, de locura y de piezas del puzzle que hará que, como un nuevo amanecer, el mundo sea más feliz y bello.
Petch se dejaba guiar por la vida instintiva. Por Dios en la intuición y en la fe pura del día del corazón. Ahora iba a saber moverse por el impulso más puro del corazón, más pleno, más lleno. Su locura se había acrecentado con el conocimiento de Patch: solo quedaba vivir la vida entre inercias de olas de sentimiento.
Una vez más, empezaron algo que parecía un gran sueño. Ahora había llegado el momento de verdad. El momento de cumplir los sueños a lo grande, de no cesar en el intento, de no parar, de cansarse y seguir adelante, de no caer sin levantarse, de bailar sin comprender, volar, reír y hacer reír, de cobrarle nosotros el sentido a la vida.
Petch